lunes, 22 de febrero de 2016

SOMOS TRANSMARIBIBOLLERAS. NOS FOLLAMOS EL LENGUAJE.

        Desde el Frente de Liberación Sexual Madrid Sur queremos aclarar nuestro uso de ciertas palabras y expresiones públicamente para que no vuelva a quedar lugar a dudas sobre las intenciones con las que manejamos el lenguaje.

         En primer lugar no debe chocar que utilicemos el género femenino como neutro o por defecto ya que el origen de esta postura emana de nuestras convicciones y militancias feministas. Rechazamos que el uso del plural masculino traiga siempre consabido que podamos estar refiriéndonos a todo un grupo de gente independientemente del sexo de las integrantes de dicho grupo. Creemos que esta práctica tan fomentada por la academia a lo largo de los siglos invisibiliza a las mujeres (cis o trans) y planteamos con el uso del femenino por defecto una resistencia linguística al respecto.

         Por otro lado, nos encontramos en demasiadas ocasiones con una extrañeza, cuando no con una feroz reacción, ante nuestra habitual sustitución de los vocablos gay, lesbiana, homosexual por marica, maricón, bollera, etc. Debemos explicar (una vez más) que no rechazamos los primeros, pero que preferimos usar los segundos por una dinámica de reapropiación del lenguaje. 
Nuestra entidad, a la que además de LGTBI también nos gusta llamar transmaribibollera, se define como anticapitalista y como tal entendemos que debemos hacer una crítica linguística ante la imposición que el propio capital hace de nuestro lenguaje para asumirlo, mercantilizarlo y, ya de paso, comercializarnos, mercantilizarnos y engullirnos también a nosotras. En las últimas décadas hemos asistido al triste espectáculo de cómo el capitalismo ha visto un campo de negocio con la comunidad LGTBI y se ha esforzado en colocarnos esas etiquetas para las transmaribibolleras que encajan con sus esquemas y esterotipos, mientras que han dejado que términos como bollera o maricón queden enquistados en la sociedad como meros insultos para quienes no encajamos. Así, nos gusta reapropiarnos linguísticamente de términos originalmente reservados al insulto y a la descalificación para denominarnos a nosotras mismas como un arma de resistencia anticapitalista. Desde nuestra posición, bollera o maricón/marica nunca más serán insultos. El insulto queda reservado a la intención con la que se utilizan las palabras y no a las palabras en sí. La resistencia del capital y de los sectores reaccionarios (aunque en público se esfuercen en mostrarse gayfriendly sin conseguirlo) ha quedado patente, por ejemplo, en una discusión tenida hace poco desde nuestra cuenta de la red social Twitter con gente cercana a Nuevas Generaciones del PP de Fuenlabrada, en la que entró al trapo la propia NNGG-Fuenlabrada como tal. El tweet en sí podía ser dudoso por el espacio en el que fue lanzado, donde es muy difícil explicar todo lo que exponemos en este comunicado, pero de ninguna manera lo consideramos erróneo ya que al llamar a un homosexual maricón no consideramos estar insultando a nadie. El verdadero problema es ser maricón de derechas, como ser hetero de derechas, como ser perro de derechas (Hola, Pecas), etc. NUNCA ser maricón, trans, bi, bollera, inter, etc. ¡Faltaría más!

         Pero queridas capitalistas ultracorrectas, sentimos decepcionaros si de pronto estabáis atisbando una explosión de originalidad por nuestra parte. La tradición y técnica de la reapropiación del lenguaje viene de muy antiguo y tuvo una de sus explosiones más sonadas en los disturbios de Stonewall en 1969 (origen del Orgullo LGTBI del que tanto le gusta a las empresas y al sistema sacar tajada sangránonos hasta la última gota de nuestra preciosa, brillante y combativa sangre fucsia). Porque quienes se enfrentaron cuatro noches seguidas a la policía de la Gran Manzana no fueron las fuerzas burguesas del incipiente lobby homosexual neoyorquino representado por la Matachine Society, sino las sin-voz. Las clases trabajadoras que no tenían dinero para pagar su protección y se escondían en la clandestinidad del Village en antros con garrafón y condiciones de legalidad dudosa controlados por la mafia. Es de ahí de donde venimos. Y es de ahí cuando el hasta entonces insulto queer se convirtió en una bandera al grito de We are queer, we are here

Así que seguiremos nombrándonos como nos dé la gana, seguiremos considerando a las cosas por el nombre que queramos, despojando a las palabras de su insulto primigenio, retorcido y manipulado y no asomará a nuestros rostros ni gota de vergüenza al asumirnos transmaribibolleras pública y orgullosamente. Pero tú, querida hetero, si osas utilizar esos términos para referirte a nosotras, sí tendrás que medir muy bien los contextos, los interlocutores, los tonos y, en definitiva, la intención. Porque no eres de la tribu, estás en desventaja jugando en este campo, y eres TÚ la que tiene mucho que explicar y demostrar. 

FRENTE DE LIBERACIÓN SEXUAL MADRID SUR